En este año y pico de blog todavía no había hecho ninguna reseña de ningún libro de los que me he leído durante este tiempo, salvo los dos que he leído de Richard P. Feynman, ambos de divulgación científica. Por mis manos han pasado unos 35 libros de todos los gustos y calidades de los que destacaría La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, El hombre que fue Jueves de Chesterton, El tercer hombre de Graham Greene o Territorio Comanche de Pérez Reverte. Todos estos libros son más o menos conocidos y sus autores aún más, pero el último que he acabado y que quiero recomendar en esta entrada, llegó a mis manos siendo una completa desconocida la autora, Herta Muller, para mí al igual que la obra. Luego he podido comprobar que a esta autora la dieron el Nobel hace dos ediciones, pero como todos sabemos, esto no indica nada.
En tierras bajas es la ópera prima de Herta Muller. Se trata de una recopilación de 15 cuentos con eje central de ambientación en el mundo rural de la colonia suaba en Rumanía, a la cual pertenecía su familia, todo ello englobado en la época del dictador Chauchescu. En el texto no encontraremos una denuncia abierta a la represión que sufrían los suabos del Banato ( intentado así Muller saltarse la censura), pero si se trasluce el brutal clima de miseria, pobreza, opresión y censura en el que pasó sus primeros años. Aún sin la crítica abierta, este libro y Herta fueron perseguidos hasta que consiguió exiliarse en Alemania.
A través de pequeños pero muy ricos detalles, con los pensamientos de la niña protagonista, Muller nos va modelando unos relatos sencillos, aunque a primera vista muy toscos. Al principio, algunas expresiones resultan chocantes, forzadas e incluso carentes de sentido. A las pocas páginas, sin embargo, me acomodé a la manera de narrar de Müller y, por decirlo de alguna manera, le fui encontrando sentido a lo que antes parecía artificial.Nunca he visto mejor reflejado por escrito los recuerdos de una niña.
La ingenua mirada de niña no es en absoluto ingenua , la crónica de la vida en el pueblo, lejos de ser realista, está salpicada de imágenes líricas que entrelazan la cruda realidad con los sueños y vivencias de la protagonista. Finalmente acabamos preguntándonos si los cuentos que acabo de leer no constituirán, en realidad, una especie de fábula; si las paupérrimas relaciones de la protagonista con todo lo que la rodea y el modo en que es sojuzgada por sus mayores vienen a ser un símbolo de la represión que padecieron esos colectivo a manos del Estado por la sencilla razón de tener unas costumbres y un lengua distintas.
Herta Müller despliega una prosa vigorosa, muchas frases cortas concisas, secas, pero, al tiempo llenas de símbolos, impregnadas de fuerza, rozando lo poético. El ritmo de los relatos viene marcado por una superposición de sus sueños y la prosa sencilla al relatar su día a día, lo que hace una contraposición del mundo de los niños y los adultos.
“Encerré la noche en el patio. La puerta era caliente y seca por dentro. La madera me hizo bien a las manos. Las deslicé varias veces sobre ella y me asusté al notar que estaba acariciando una puerta. Junté los pies y bajé de los zapatos de papá al pasillo, pisando con las medias el entarimado desnudo y mis tobillos me precedieron rumbo a la cocina.”
Mientras, la narración transcurre lenta pero implacable, como el paso del tiempo en el pueblo la voz de la niña es el hilo que va tejiendo el cambio de las estaciones, los hechos familiares, los cotilleos del pueblo, los sueños, el ir y venir de los animales y las cosechas, la vida y la muerte, la escuela, la tienda y el baile. Piezas aparentemente inconexas, verdaderas o soñadas, que van acoplándose juntas, completando un todo que es, al mismo tiempo, realista e imposible.
“El frío corroe la fachadas con su sal.
En algunos sitios se desprenden los letreros. Letreros y números van cayendo al paso de las estaciones que se instalan en las vallas como picamaderos huesudos y picotean las labores de las mujeres, que de día están siempre solas y se enredan en los oscuros pliegues de sus faldas.”
En algunos sitios se desprenden los letreros. Letreros y números van cayendo al paso de las estaciones que se instalan en las vallas como picamaderos huesudos y picotean las labores de las mujeres, que de día están siempre solas y se enredan en los oscuros pliegues de sus faldas.”
Este libro, que huele a tierra húmeda y a pan en el horno, pero también a estiércol y a habitaciones clausuradas; no es un texto amable, pero tampoco es tremendista ni morboso; todo lo que sucede, lo alegre y lo terrible, sucede con naturalidad y he aquí su gran acierto en mi opinión, lo que lo convierte en un verdadero gran libro. Está lleno de silencio, de incomprensión, de ignorancia; la narradora no puede rebelarse contra un poder que la oprime y cuya fuerza supera su capacidad de resistencia, pero no desespera, no renuncia a sus sueños, sabe que hoy las cosas son así y ella no puede hacer nada, pero mañana todo puede ser distinto. Es uno de esos libros amargos que, al final, dejan buen sabor de boca.
“El verano me apabullaba con su opresivo aroma a flores proveniente de la hierba alta. Las flores silvestres se me metían bajo la piel. Bajé al río y me eché agua en los brazos. De mi piel crecieron unos arbustos muy altos y me convertí en un hermoso paisaje palustre.”
He decidido incluir fragmentos del libro aunque quedan fuera de contexto y se puede transmitir una imagen distorsionada del mismo. Algunas expresiones, al principio, resultan chocantes, forzadas e incluso carentes de sentido. A las pocas páginas, sin embargo, me acomodé a la manera de narrar de Müller y, por decirlo de alguna manera, le fui encontrando sentido a lo que antes parecía artificial. Puestas en contexto, esas imágenes supuestamente oníricas encajan en la narración mejor de lo que yo he logrado transmitir.
Decir que es la mejor entrada del blog es un atrevimiento, que para gustos los colores, pero si que al leerla esta mañana me ha dejado un buen regustillo de tranquilidad, de paso por un spa antes de sumergirse en el curro. Me quedo con esta frase "Encerré la noche en el patio" que me ha encantado. Me ha recordado a una que comentamos hace tiempo y que no recuerdo muy bien pero que decía algo así "Quité de la paleta el rojo para que terminase de llegar la noche", pero no me digas donde la leí, ni cuando, ni na de na... yo y mi memoria. :P
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