20 de mayo de 2009

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Loa a la roña





Admito que soy algo guarrete para los stándares de hoy en día. Suelo ducharme todos los días y mantenerme en estado de revista, pero tampoco me costaría mucho estar sin ello. No soy nada escrupuloso con cosas como compartir cubiertos con otros comensales o beber de la misma botella que utilizamos varios, pienso que para (casi) cualquier cosa que se haga uno se tiene que manchar un poco las manos. Todo esto no suele coincidir con el día a día que veo a mi alrededor, donde parece que se a declarado enemigo público a la suciedad de cualquier tipo. Que si las bacterias y la cocina, que si en el jardín, el baño...etc. nos estén acorralando todo el día.

El otro día me topé con un producto, Amunika para lavar frutas, verduras...etc, bastante caro, por cierto, que se puede ver en su composición que es una solución muy diluida de hipoclorito sódico ,vamos, la lejía de toda la vida, que cualquiera puede preparar en su casa muy fácilmente diluyendo la que tenemos debajo del fregadero, por un precio más o menos 100 veces menor.

El problema no es el precio de este producto o los demás en la misma línea, sino esta especia de malsana obsesión a mi juicio que tenemos con la pulcritud. Acabar con las bacterias además de imposible es contraproducente. La falta de ésta puede ser perjudicial para nuestra salud

Un exceso en la pulcritud puede acarrear consigo enfermedades alérgicas. Los datos demuestran como se ha incrementado considerablemente el número de alergias en los últimos años y las hipótesis más aceptadas en la comunidad científica para explicar este ascenso se basan justamente en que nuestros sistemas inmunológicos no son suficientemente estimulados (ambiente demasiado limpio) y acaban sobre-reaccionando frente a proteínas inofensivas a nuestro organismo tradicionalmente como puede ser el polen de las gramíneas o los ácaros del polvo.

El abuso de desinfectantes domésticos, puede estar aumentando la generación de variedades bactereológicas resistentes a los desinfectantes. Día a día se vierten toneladas de estos productos, en especial los compuestos cuaternarios de amonio. Restos de estos productos, aunque muy diluidos acaban en suelos agrícolas, y e aquí el verdadero problema, las concentraciones bajas proporcionan el ambiente óptimo para favorecer la selección de bacterias resistentes a los mismos, las cuales (lógicamente) se multiplican más rápido que los genotipos sensibles. Una vez generada la resistencia incluyendo las patógenas humanas, los saltos hasta llegar a nuestra cadena alimentaria, no es muy difícil.

Estos tipos de microorganismos, al contrario de lo que solemos pensar, son seres muy evolucionados después de miles de años pelear con condiciones adversas a ellas y competir con sus congéneres. Y bien es sabido que la gran mayoría de las bacterias no nos causa ningún daño. Obviamente tiene todo el sentido intentar evitar el contacto con las peligrosas para nuestra salud, pero tratar de evitar el contacto con todas, me parece aparte de contraproducente, insensato

Hay mucha más información respecto a este tema, pero recomiendo este enlace por la claridad de las explicaciones



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